El inicio de las obras para mejorar el acceso al majestuoso Salto
Ñacunday, ubicado en el parque nacional del mismo nombre al sur de Alto Paraná,
depende de la licencia ambiental solicitada a mediados de diciembre pasado a la
Secretaria Nacional del Medio Ambiente (SEAM). La inversión será de unos 300
mil dólares que será absorbido por la Itaipú Binacional.
El pedido fue realizado por la Municipalidad Ñacunday,
comunidad distante a 75 de Ciudad del Este según confirmó Pedro Duarte, intendente
municipal de la sureña localidad. La
intensión es facilitar el acceso a los turistas, hasta el más bello y oculto
salto de agua del departamento.
La intención quitar del anonimato al Salto Ñacanday y
ubicarlo en el mapa de lugares turísticos a visitar en Paraguay y una de las principales barreras a superar,
es la falta de infraestructura para facilitar el acceso a los visitantes.
Ante esta situación se elaboro un proyecto y se presentó a
la Itaipú Binacional y la inversión autorizada es de 300 mil dólares
americanos, recurso que estará disponible una vez que se obtenga la SEAM
otorgue la licencia ambiental.
MEJORAR ACCESO.
De acuerdo al proyecto se prevé enripiar desde el acceso al parque hasta el Salto
Ñacunday, que es un tramo de 3 kilómetros.
Con ello se asegurará el ingreso y salida del lugar. Además se construirá un mirador, dos
baños, se instalarán bancos y basureros
y asegurará la extensión del servicio de energía de manera a contar con un
sistema de iluminación en horas de la noche.
También el proyecto contempla la alambrada de la divisa
entre el parque y la comunidad del Puerto Itai Pyte. La intensión establecer los límites de la
reserva y protegerla de los depredadores.
“Son más de 2 mil hectáreas de bosque que se deben proteger.
Nuestro objetivo es claro: proteger su flora y fauna, mantener sus reservorios
genéticos autóctonos, como así también la conservación de las regiones
biogeográficas y la belleza escénica del Salto Ñacunday, sin ello esto pierde
total valor”, aseguró el jefe comunal.
TURISMO.
La idea es desarrollar el turismo ecológico, captar la
atención de los que aman la naturaleza a nivel nacional e internacional. “La idea es que esto empiece a ser visitado
por turistas paraguayos y extranjeros y en la medida que esto vaya creciendo
ver la forma de ir sumando más infraestructura. Acá hay trabajo para mucho
tiempo, es por eso que le estamos involucrando a toda la comunidad en esta
cruzada”, asegura Duarte.
Insistió que todas las mejoras proyectadas serán dentro del
parque, en el que se tendrán todos los cuidados necesarios para proteger la
naturaleza. “El camino es fundamental, además de la seguridad”, manifestó
Duarte.
RICA BELLEZA NATURAL.
El Salto Ñacunday, ubicado dentro del Parque Nacional del
mismo nombre, tiene una caída de 40
metros de altura y 70 metros de ancho.
Se encuentra a unos 1.000 metros de la desembocadura del Río Paraná.
Bajo la cascada tiene una isla que se formó con viejas jangadas
de rollos de árboles que cayeron al precipicio. Abajo hay un espacio entre la
pared rocosa y la cortina de agua, por donde es posible ingresar y ver el salto
desde adentro y cruzar a pie de un lado al otro de río Ñacunday.
El parque está cubierto de una densa vegetación donde se
puede apreciar árboles de entre 15 y 35 metros, compuesto de especies como el
Yvyrá Pytâ, Yvyrá ro, Petereby, el Tatajyva
y el Amba´y entre otros. También posee un bosque ribereño con especies
arbóreas de menor tamaño. Cuenta con diversidad de helechos de diferentes
tamaños que sirven de soporte para algunas orquídeas.
Desde donde se lo mire el parque y el salto ofrece una
belleza increíble. A unos 500 metros antes de llegar a un improvisado mirador
se puede escuchar el sonido de la
cascada que prepara al visitante para ver un espectáculo único. Un poco más debajo de la caída se puede
observar un arco iris casi permanente en días soleados.
TREN EN MEDIO LA SELVA.
La zona boscosa que hoy forma parte del Parque, hasta 1932
fue una prospera localidad dominado por europeos que realizaban
extracción de maderas. Dentro del parque alguna vez estuvo ubicada toda
una villa de obrajeros, se tenían agua corriente, viviendas al estilo europeo.
Pero con el paso de los años no queda vestigio de esta pasado cuyas historia
hoy es transmitido por los hijos de aquellos obrajeros.
Aguas arriba a la caída, sobre el río Ñacunday estaban las
maromas (barras de hierros) que tenía como función atajar los grandes rollos
que se extraían de la zona de Naranjal para arriba más hacia el sur del
departamento. En la época de creciente, en los meses de octubre, al que le
llamaban repunte, se cortaban los árboles y se arrojaban al río y de esa manera
llegaban a Ñacunday donde estaba instalado un gran aserradero.
Los rollos que venían de aguas arriba quedaban atrapados
en las maromas. Los obrajeros lo cargaban en los vagones que formaban parte
de un tren que funcionaba en medio de la selva sobre un tramo de 5 kilómetro,
que se extendía desde la costa del rio hasta el aserradero.
De esto ya no queda vestigio, solo los descampados donde
estaban las viviendas que también fueron totalmente desmantelados, así como los
rieles y toda la estructura del tren. “Ellos trabajaron aquí hasta 1932. Cuando
empezó la guerra del Chaco los europeos
dejaron el país. Imaginate no había seguridad en un país que iba a la guerra”,
comenta el intendente municipal, hijo de un obrajero que trabajo en estas
tierras en aquellos años.