Puerto Iguazú, Argentina. En la Selva Indígena de las Cataratas del Iguazú, el proyecto MATE tiene siete años cumplidos. El turismo cult...
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Puerto Iguazú, Argentina. En la Selva Indígena de las
Cataratas del Iguazú, el proyecto MATE tiene siete años cumplidos. El turismo cultural Mbya Guaraní
autogestionado está cerca de posicionarse como un atractivo más en la oferta
del Destino.
“Los avances son evidentes, pero todavía falta algún tiempo para
cantar las victorias”, afirma Claudio Salvador, coordinador del MATE.
El proyecto MATE cumple este primero de septiembre siete
años de caminar junto al tekoa Yyryapu[1], la comunidad aborigen vecina al
Parque Nacional de las Cataratas del Iguazú.
“No es poca cosa el tiempo
trascurrido, porque, además de la experiencia cosechada, el MATE se ha
posicionado, dentro y fuera de las fronteras del país, como una práctica
representativa del desarrollo sostenible basado en el turismo indígena”
sostiene claudio salvador, quien –mate de por medio- realiza aquí un “resumen
aniversario”.
“Siguiendo su línea y su propio modelo de diálogo
intercultural respetuoso, el ‘Proyecto´ –así lo llamamos porque impulsa para
adelante diversas dimensiones relacionadas al bienestar indígena- promueve la
capacitación y la ampliación del capital social prexistente en el territorio,
tendiendo a la autogestión comunitaria de los bienes y servicios que se ponen
en juego con la actividad del etnoturismo.
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Una propuesta emancipadora, ya que rompe las cadenas de
la desinformación, tanto a través de la puesta en valor del ‘saber hacer´
tradicional como con la incorporación de las nuevas herramientas que se
aprenden practicando con tecnologías educativas apropiadas.
Aumentan así las
oportunidades de inserción laboral del pueblo originario en el mercado
turístico en condiciones de mayor equidad. Pero el MATE no se basa en la
inclusión social, desde su concepción política (poco exitosa por cierto) sino
de un enfoque de igualdad como derecho humano, donde no hay alguien que incluye
–o excluye- y otro incluido o pidiendo entrar.
En el caso específico del turismo cultural Mbya Guaraní
en la selva de las Cataratas, el MATE se propuso demostrar que ambas culturas
se verán beneficiadas por un encuentro, respetuoso de los intereses del mercado
capitalista predominante pero no menos responsable en cuanto a la condición
pluricultural del territorio-destino y, por tanto, de las prioridades de las
minorías que lo integran con su particular afán de reproducir socialmente la
vida.
Sobre estos principios, con los vaivenes naturales, se
mueve el proyecto MATE[2]. La Escuelita de la Selva[3] sigue al servicio de
todas las dimensiones de su sustentabilidad, haciendo que hasta sus errores se
capitalicen colectivamente como aprendizajes, siendo a veces más celebrados
esos errores que los resultados exitosos que, por cierto, son muchos,
apreciables también en calidad, y motivo de orgullo.
Al cabo de estos siete años pueden reconocerse tres
etapas o niveles en el proceso del MATE:
Uniendo los dos extremos de América
La primera etapa (9/2005-3/2008) fue la que llamamos
“oficial”, porque el proyecto MATE, iniciado años antes como un convenio de
cooperación educativa entre Canadá y la Argentina[4], implementa entonces el
componente ‘Pueblos Originarios’, traza sus objetivos y líneas de acción,
partiendo de los acuerdos y el consentimiento expresado por la comunidad
aborigen local. En esta etapa, se consolida además el compromiso con el
Ministerio de Educación provincial[5], nace la Escuelita y se generan las
primeras herramientas de formación basadas en el modelo ABC canadiense de
Aprendizaje Basado en Competencias, con la perspectiva de la interculturalidad
que le imprime el equipo docente del proyecto[6].
La adhesión canadiense a la modalidad propuesta por el
‘MATE Pueblos’ es decidida e inmediata. Con el fraternal acompañamiento del
Niagara College (NC), entidad insigne de formación vinculada a la industria de
la hospitalidad en las cataratas del Niagara, se profundiza en el conocimiento
de experiencias de primeras naciones canadienses (CFN) en el mercado turístico
de su país.
La historia de diversas CFN visitadas en 2005 y 2007[7],
sus luchas; las buenas y no tan buenas incursiones en el sistema, las tensiones,
nutrieron el expertise que comparte el colectivo del MATE y dejaron abiertas
las puertas de mayores intercambios.
Diferentes organizaciones suman aportes económicos, como
los clubes rotarios canadienses de Welland y otros que financian la construcción
del aula matriz de la Escuelita Clemencia en el corazón de la selva indígena de
Yyryapu.
Caminamos con nuestras propias piernas
La segunda etapa (4/2008-2012, aún abierta), marca el
comienzo hacia la plena autogestión de los bienes de patrimonio indígena, que
son puestos en valor como recursos turísticos. El entrenamiento no se detiene
pero comienza a orientarse a la organización concreta de una empresa
comunitaria de turismo pensada desde las corrientes de la economía social y
solidaria.
Al reconocimiento oficial de la Escuelita se le suma la
incorporación como docentes interculturales de los dos maestros
tradicionales[8] formados en el proceso. Los salarios son asegurados, al igual
que un número de horas de docentes no indígenas, conformando así un equipo
estable que encabeza las actividades pedagógicas[9].
El programa de la cooperación canadiense finaliza. Sin
embargo, seducidos por los logros
obtenidos junto a la comunidad Indígena, directivos y docentes del NC Canadá se
unen a jóvenes profesionales de aquel país que realizaron sus pasantías en el
Proyecto MATE y deciden crear la NGO Friends Of Yyryapu[10] para seguir
caminando juntos.
La certificación de saberes previos y competencias
adquiridas es central en esta etapa, donde cada persona –joven o no, mujer o
varón- con la base de los primeros módulos ofrecidos por la Escuelita[11], está
en condiciones de sumarse a la construcción de una unidad económica pensada con
base comunitaria. Este aspecto es también crucial, ya que está en la dirección
de encontrar un estado de bienestar entendido socialmente[12] por encima de la
realización humana y material de los individuos; esto último será una
consecuencia del ‘buen vivir’ de la comunidad.
La ausencia de modelos prexistentes que orienten esta
búsqueda en el difícil contexto actual lleva al Proyecto MATE a comenzar una
intensa investigación, desde lo pedagógico y lo social, para encontrar
información y respuestas organizacionales.
La diferencia está en la sustentabilidad
Es también en esta parte del proceso cuando se comienzan
a notar los resultados y algunas empresas de turismo responsable comienzan a
enviar visitantes a Yyryapu. Esas empresas –nacionales y extranjeras- se
transforman en las principales difusoras de ‘la diferencia sustentable’ que
distingue a las prácticas del MATE.
De la formación para el trabajo a la producción con
capacitación. Este es un buen título para la tercera etapa, en realidad una
consecuencia esperada de todo el esfuerzo realizado. Hablamos de etapas y
niveles, porque en este caso se complementan, avanzan articuladamente hacia sus
objetivos en dos dimensiones que van juntas, el conocimiento y la producción.
El capital humano y social de la comunidad se ha
incrementado notoriamente. También la visitación, derivada de la aceptación
espontánea de las empresas responsables y la creciente demanda en este segmento
del turismo cultural.
Con este patrimonio ampliado, la comunidad califica en
2009 para una donación de la Fundación Interamericana (IAF)[13]. El acceso a
este programa es acompañado fuertemente por dos jóvenes profesionales (CIDA,
Canadá) que trabajaron junto a referentes de Yyryapu y al equipo del Proyecto
MATE en la elaboración de la propuesta.
Firmados los acuerdos correspondientes –y obtenido el
consentimiento previo, libre e informado de la comunidad-, el proceso tuvo un
impasse inesperado entre 2010 y 2012 en cuanto a la ejecución de los fondos.
Fue un replanteo abrupto, más que otra cosa, originado por la falta de un marco
jurídico para la autoadministración y la necesidad de superar un conflicto
interno que esta carencia desencadenó. Otro mal paso que nos enseñó demasiado.
Turismo Guaraní
No obstante, la excelente propuesta aceptada por IAF, su
calidad y consistencia, tuvo el premio de una nueva oportunidad, esta vez de la
mano de una organización aliada –Fundación Banco de Bosques- que lleva adelante
desde comienzos de abril de este año, en cogestión con Yyryapu, la
implementación del plan de trabajo hacia la puesta en marcha del producto
turístico de ‘Turismo Guaraní’, marca que ha elegido la comunidad para iniciar
sus operaciones comerciales.
Mediante la donación, los indígenas tendrán ahora la
oportunidad de ingresar al mercado turístico con un producto sólidamente
presentado. Es decir, al núcleo duro del recurso que ellos mismos gestionan,
adicionarán la infraestructura, los servicios y un precio que los posicionará
como un atractivo más en la oferta del destino Cataratas del Iguazú.
Estarán en condiciones de competir y de exigir conductas
responsables a ese mismo mercado, lo cual significará una segmentación virtuosa
en cuanto a la cualificación de los visitantes que espera la empresa indígena.
Concluyendo
El proyecto MATE, al igual que otras acciones, proyectos
o programas que se desarrollen en territorio Mbya son sólo episodios aislados
en el devenir histórico del pueblo guaraní originario. Cumplidos sus objetivos,
el MATE deberá retirarse, porque justamente ese fue su acuerdo con la
comunidad.
Sentimos que la cumbre de nuestros propósitos está muy
cerca, aunque todavía falta algún tiempo para cantar las victorias.
Yyryapu resistió durante muchos años el canto de sirena
de las empresas interesadas en monopolizar el turismo indígena. Quisieron ser
ellos los dueños y rechazaron la estigmatización de ‘los indios´ como un
recurso a ser apropiado por agencias y operadores del turismo masivo.
Yyryapu no transformará el sistema. Pero sí es seguro que
agregará una tonalidad diferente al conjunto de atractivos locales. Una
propuesta que será apreciada por las personas que visitan las Cataratas,
eligiéndola para quedarse un tiempo más entre nosotros.
Será tarea de todos, llegado el momento, alcanzar la
equidad en la manera de relacionarnos con la minoría originaria. Que no es otra
cosa que aprender a vincularnos de nuevo con la naturaleza que nos rodea. Nada
más ni nada menos que ‘saber vivir bien´ y
coexistir e interactuar con nuestras raíces históricas más profundas.”