Hoy se celebra el día Internacional de los Trabajadores
El Día Internacional de los Trabajadores o Primero de Mayo, es la fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial. Desde su establ...
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Estos sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en Estados
Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la
jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el
1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la
Revuelta de Haymarket. En la actualidad es una fiesta reivindicativa de los
derechos de los trabajadores en sentido general, y se celebra en muchos países.
Llamativamente, en los Estados Unidos no se celebra esta
conmemoración. En su lugar se celebra el Labor Day el primer lunes de
septiembre desde 1882 en un desfile realizado en Nueva York y organizado por la
Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor, en inglés). El
presidente Grover Cleveland, auspició la celebración en septiembre por temor a
que la fecha de mayo reforzase el movimiento socialista en los Estados Unidos.
Los hechos que dieron lugar a esta celebración están
contextualizados en los albores de la revolución industrial en los Estados
Unidos. A fines del siglo XIX Chicago era la segunda ciudad en número de
habitantes de EE.UU. Del oeste y del sudeste llegaban cada año por ferrocarril
miles de ganaderos desocupados, creando las primeras villas humildes que
albergarían a cientos de miles de trabajadores.
Además, estos centros urbanos
acogieron a emigrantes venidos de todo el mundo a lo largo del siglo XIX.
La reivindicación de la jornada laboral de 8 horas de
trabajo
Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era
la jornada de 8 horas. El hacer valer la máxima: «ocho horas para el trabajo,
ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa». En este contexto se
produjeron varios movimientos, en 1829 se formó un movimiento para solicitar a
la legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas. Anteriormente existía
una ley que prohibía trabajar más de 18 horas, salvo caso de necesidad. Si no
había tal necesidad, cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril que
hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de 18 horas
diarias debía pagar una multa de 25 dólares.
La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden
de los Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la American
Federation of Labor (Federación Estadounidense del Trabajo), inicialmente
socialista (algunas fuentes señalan el origen anarquista). En su cuarto
congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que desde el
1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de
ocho horas, yéndose a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y
recomendándose a todas las uniones sindicales que tratasen de hacer promulgar
leyes en ese sentido en sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés
de las organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de
puestos de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.
En 1868, el presidente Andrew Johnson promulgó la llamada
Ley Ingersoll, estableciendo la jornada de ocho horas. Al poco tiempo,
diecinueve estados sancionaron leyes con jornadas máximas de ocho y diez horas
(aunque siempre con cláusulas que permitían aumentarlas a entre 14 y 18 horas).
Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la Ley Ingersoll, las
organizaciones laborales y sindicales de EE.UU. se movilizaron. La prensa
calificaba el movimiento como «indignante e irrespetuoso», «delirio de
lunáticos poco patriotas», y manifestando que era «lo mismo que pedir que se
pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo».
El redactor del Arbeiter Zeitung Fischer corrió a su
periódico donde redacta una proclama (que luego se utilizaría como principal
prueba acusatoria en el juicio que le llevó a la horca) imprimiendo 25.000
octavillas. La proclama decía:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente
a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre
trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror
blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo
recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las
armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a
sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban
vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el
día siguiente, el cuatro, a las cuatro de la tarde, en la plaza Haymarket. Se
consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19.30 en el
parque Haymarket. Los hechos que allí sucedieron son conocidos como Revuelta de
Haymarket.