Se trata de Gerónimo Arévalos quién protagonizo el filme documental "Resistencia en Aumento" que obtuvo varios reconocimientos...
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Se trata de Gerónimo Arévalos
quién protagonizo el filme documental "Resistencia en Aumento" que obtuvo varios
reconocimientos en festivales de cine en el viejo continente. Esa participación
documentó su lucha social por el que recibió el Golden Butterfly. Los 4 mil
Euros que ganó, lo dividió con un indio que competía por el mismo premio.
El pequeño productor y
dirigente campesino Gerónimo Arévalos regresó la semana pasada de Europa luego
de recibir un premio de Amnistía Internacional por su lucha social en el
control del uso de químicos en el cultivo masivo de soja en la zona norte de Alto
Paraná.
“Es necesario cambiar la
situación en el campo. Controlar el uso de pesticidas y fortalecer las
comunidades conformada por pequeños agricultores, de lo contrario el problema
será más grave en los grandes centros urbanos de la ciudad”, reflexiona
Arévalos, miembro fundador de la
Asociación de Agricultores del Alto Paraná (ASAGRAPA).
Arévalos, es un pequeño
productor de Minga Porá, localidad distante a 100 kilómetro al norte de Ciudad
del Este, Alto Paraná, que de un tiempo a esta parte se convirtió en toda una
celebridad luego de recibir el premio Golden Butterfly de Amnistía
Internacional. Este reconocimiento recibió luego de protagonizar un documental que trata sobre
la conflictiva relación que llevan con los grandes productores de soja,
principalmente por el uso de químicos.
El protagonista del filme
“Resistencia en aumento” (Raising Resistance),
una producción Germano-Suiza, recibe llamadas de diferentes medios de comunicación de todo el mundo y de
organizaciones internacionales, queriendo conocer un poco más sobre su historia
y la de su comunidad, San Miguel, instalada a unos 8 kilómetros al costado de
supercarretera, a unos tres kilómetros del centro urbano de Minga Porá.
El martes de la semana pasada
arribó al Paraguay después de estar 20 días recorriendo Holanda y Alemania. No
le asusta la experiencia que la llevó de una lejana localidad campesina del
interior del país a Europa, gracias a su lucha por la defensa de los Derechos
Humanos, según manifestó.
Comentó que por el
reconocimiento recibió 4 mil Euros, dinero que decidió compartir con otro
campesino que vino de India, para competir por el mismo premio. “El muy pobre
igual que yo, por lo que le entregue la mitad, 2 mil Euros”.
DE MINGA PORÁ A LA HAYA.
Arevalos viajó a Holanda
donde en la ciudad de La Haya recibió el
galardón el 28 de marzo. La película, que también fue premiada, compitió entre
70 filmes, de los cuales clasificaron 10 y el filme protagonizado por el pequeño
productor obtuvo el primer puesto. Este hecho le permitió ganar notoriedad en
Europa.
El largometraje documental,
estrenado este año y que estuvo dirigido
por Bettina Borgfeld y David Bernet,
también fue premiado como Mejor Documental en el Festival de Nyon Visions du
Réel 2011.
El filme, rodado en nuestro
país entre el 2008 y parte del 2009, dura 88 minutos y fue estrenado en nuestro
país el 30 y 31 de marzo. Fue en el momento en que se estaba luchando por
conseguir una parcela de tierra en Minga Pora, que le costó un proceso penal
así como a su hijo, quien estudia la carrera de Ingeniería Ambiental en la
Universidad.
LUCHA.
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Geronimo y toda su familia en Minga Porá. |
Recordó que cuando se
instalaron en San Miguel, eran unas 60 familias, hoy a más de 30 años solo son
un poco más 50 familias, el resto alquilo sus tierras o dejo definitivamente la
lucha por vivir en el campo dignamente para ir a formar parte del cinturón de
pobreza en los grandes centros urbanos como Ciudad del Este o Asunción.
Gerónimo es propietario de
una finca de 4 hectáreas de tierra, ya que una hectárea donó para la sede de la
escuela pública existente en su comunidad. En su parcela ahora vive su hijo
mayor con su familia. Desde muy joven ya se inclinaba en el servicio social y
según comentó su trabajo se inició en la Iglesia, junto a otros jóvenes en la
época del gobierno dictatorial de Alfredo Stroessner.
“Más de 15 familias dejaron
esta lucha. Esta tierras fueron adquiridas por el entonces IBR (Instituto de Bienestar Rural), hoy
INDERT y luego transferidas a nosotros.
Poco después llegaron los grandes productores con un nuevo modelo de
cultivo. Había trabajo para nosotros que les hacíamos limpieza y mantenimiento
pero con el uso de soja transgénica y de glifosato, a la comunidad le dejo sin
trabajo y empezó a espantarlo con veneno”, refiere.